El Salinero unido a otros vecinos, todos los años dedicaba unos días a la fabricación de la cal que se utilizaba para encalar la casa, abonar las tierras, hacer masa con la arena del río para levantar muros, curar ciertas enfermedades del ganado….
La cal se hacía aprovechando épocas de menos trabajo. Para realizar esta tarea era absolutamente necesaria la colaboración de varios vecinos ya que, durante unos ocho días, había que alimentar el fuego vivo sin que se extinguiese. Una vez cocida la cal, se cubría bien la calera para que la lluvia y la humedad no la estropeasen.
Los caleros que se conservan son el Calero de Gaztainuzketa y el de San Juan Zahar.